10 Dec 2013

Demencia nocturna #3

Algunas personas somos como el aire.
Podemos soplar las hojas de los árboles y acariciar las flores con una suave y delicada brisa, con la cual, no estamos queriendo decir que no queremos más, que no le prestamos mucha atención, sino que buscamos lo contrario, mimar, producir un pequeño escalofrío que les recuerde que estamos ahí, que pase lo que pase no nos vamos. 
Podemos ser la brisa marina de un día soleado al lado de la costa, con olor a salitre, y a horizontes de libertad. Refrescando el día de un penetrante calor. 
Podemos ser una fría ventisca en un día de invierno, que hacemos que el simple contacto sea molesto, doloroso, y que con nuestra presencia todo aquel que quiera tocarnos se aleje, y huya, muy rápido, conduciéndonos a un abismo de oscura soledad.
Podemos ser un brusco viento, al que no le importa qué destrozar, o con qué arrasar. Descontrolados, rotos, y demasiado peligrosos. Algunos dirían que somos como un fuego, pero no es así. El fuego se puede apagar, es efímero, el viento no. Cuando somos un brusco viento, no hay quien nos pare. Somos infinitos, fuertes y únicamente nosotros seremos los que decidamos cuándo parar.
Algunas personas somos como el aire. Eso no es bueno ni malo. Somos emociones y sentimientos descontrolados, que no saben tener un orden, a veces vuelan y... Bueno, no siempre acaba bien.

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